domingo, 26 de diciembre de 2010

El viaje de Ulises



Les adelanto este artículo de Claudio Cuellar sobre su lectura de La Odisea que publicaremos en el próximo número de RAM:

La Odisea, atribuida al legendario poeta Homero, constituye uno de los poemas fundacionales de la literatura occidental y del género literario conocido bajo el nombre de “literatura de viaje”. Además, es la secuela de La Ilíada, poema acerca de la famosa guerra de Troya.

Tal como lo indica el título, este segundo poema homérico está centrado en la figura del héroe Odiseo, rey de Ítaca, quien luego del asedio y, posterior, destrucción de la ciudad dardania, emprende su regreso, anhelando encontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. No obstante, y debido a la furia de Poseidón, las expectativas de Odiseo de reencontrarse con su familia se verán frustradas tanto por las peripecias que deberá afrontar como, así también, por los años que éstas lo mantendrán navegando inútilmente a través de regiones desconocidas.

Si uno cotejare La Ilíada con La Odisea podría, fácilmente, percibir rasgos determinados que establecen mojones entre ambas (a continuación, las explicaremos): una de ellas reside en la polisemia y, por consiguiente, dinamismo emergente del proceso de enunciación, esto es, se advierte un esquema dialógico entre el rey Odiseo y sus compañeros. Esto no sucede en la Ilíada, ya que en ella prevalece la univocidad proveniente del poder hegemónico y legitimado para emitir un discurso de poder, omitiéndose la opinión de los subordinados. En otras palabras, hablamos de un monologismo, es decir, la producción y transmisión de un enunciado a un receptor, sin considerar la respuesta que este último pudiera ofrecer. El monologismo (tal como a posteriori, manifestarán las producciones literarias medievales) marca un estatismo en la acción narrativa, es decir, se da mayor importancia al cumplimiento de los roles de cada personaje y del discurso adecuado a cada uno de ellos (o sea, una configuración arquetípica de acuerdo con el status quo).

Cabe resaltar, además, el quiebre en la unidad de acción presentada por el poema, ya que dentro de la trama (el regreso del héroe a su hogar) se conforman múltiples subtramas que facilitan y mantienen la atención (constante) del lector. La trama se torna más dinámica.

Otro elemento preponderante descansa en la conformación de un nuevo héroe, depositario de los valores, costumbres y creencias de la comunidad. Si observáramos detenidamente a Odiseo, notaríamos que este personaje no posee ningún atributo divino, tampoco mágico; su facultad distintiva consiste en la capacidad de razonar las situaciones problemáticas que se le presentan, ofreciendo soluciones lógicas, astutas. Es un personaje, digámoslo así, humano.

Entonces, La Odisea podría pensarse como una bisagra que determina el cierre del ciclo heroico (finalizado con la muerte de Aquiles), dando paso a una nueva performance del héroe (se escinden la etapa arcaica y la etapa clásica).

Estos son algunos de los factores que, siempre que releí la obra, pude vislumbrar. No me detendré más en las observaciones críticas sobre La Odisea; empero les contaré cuál ha sido el móvil que me impulsó a leerla, para ello deberé remitirme a un episodio acaecido cuando adolescente, en las vacaciones de verano: en algún remoto año, que ahora no puedo recordar, mi familia y yo, estábamos hospedados en un hotel de Santa Teresita. El día era tormentoso, corrían fuertes vientos. Estos fenómenos climáticos impedían salir a caminar por el centro, motivo por el cual nos quedamos en la habitación buscando alguna película en la televisión. Nuestra búsqueda cesó hallando el film Ulysses (1954), dirigida por Mario Camerini y protagonizada por Kirk Douglas (debo destacar que el film ya estaba empezado) El episodio, por aquel entonces desconocido para mí, era el enfrentamiento de Odiseo contra el feroz cíclope Polifemo, hijo de Pos[e]idón. La situación era fantástica (paso a relatarla): el cíclope Polifemo llega a su cueva, topándose con Ulises y compañía, quienes habían hurtado los víveres necesarios para subsisitir. Tras descubrirlos, Polifemo cierra la entrada de la gruta con una inmensa roca. Inmediatamente, Odiseo comete el error de exigirle al Cíclope (raza rebelde, cuyos enemigos son los dioses) el cumplimiento de las reglas del hospedaje, so pena de ser castigado por Zeus; Polifemo interpreta esto como una amenaza, tomando (y ejecutando) una decisión: devorarse a los compañeros de Odiseo, dejando a este último para el final. Hay, y esto lo digo para quienes no conozcan la historia, un conflicto que conllevaría al espectador/lector a conjeturar la muerte de Odiseo por diversas desventajas (el cíclope es una bestia de gran tamaño en comparación con los aqueos-de la fuerza física, mejor no hablemos-, a la vez que la entrada está obturada por una gran roca que ellos, difícilmente, podrían mover). Odiseo se toma un momento para meditar, tranquilo, una posible solución; no obstante, en ese momento, la emisión del film se interrumpe y me quedo embargado de completo suspenso respecto de cómo arribó el héroe a resolver el problema.

Decidí, entonces, salir a caminar por el centro, movido por la intriga generada por la interrupción del film. Me introduje en una librería, consiguiendo lo que quería; en ese momento, los libros de la literatura universal eran ecónomicos (tanto como ahora), por consiguiente, no representaban un gran gasto para mí.

Esa misma noche devoré, ávidamente, el libro y logré conocer no sólo cómo resolvió Odiseo esta peripecia, sino, además, pude vivir (en mi papel de lector) las distintas y fascinantes aventuras del héroe.

Aún, esta obra me sigue fascinando, a tal punto que si alguien me preguntara cuál ha sido el producto de esto le contestaría: esta magnífica, remota e inmortal pieza literaria permite, a través de sus bellos cantos, al lector viajar con los personajes, viviendo sus aventuras y visitando regiones ignotas, enfrentándose con mil y un obstáculos para superarlos, porque eso constituye el sentido de la vida: poder enfrentarnos a los escollos que nos ofrece la Providencia, a fin de lograr una construcción de nosotros mismos, aprendiendo a no desistir de nuestro propósitos, sino más bien llevarlos a cabo.



2 comentarios:

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


COMPARTIENDO ILUSION
ESCRITURA CREATIVA

CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE : OS DESEO UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES 2010- Y FELIZ AÑO 2011 CON TODO MI CORAZON….


ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE ACEBO CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.

José
Ramón...

juliocesarrecloux dijo...

Gracias por tu poesía y por tus afirmaciones y buenos deseos. Desde ya, te los retribuyo y me alegro mucho que te guste el blog. He visto el tuyo y está relamente interesante. Un cordial saludo!!!

Técnica-Expresión-Danza-Epifania

Las cuatro etapas del desarrollo artístico





Mi foto
Julio Recloux, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1965. Cursó estudios de psicología en la Universidad Nacional de Mar Del Plata y de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. Ha sido alumno de Silvia Plager quien lo formó como escritor y coordinador de talleres literarios. Fundó el suyo en abril de 1999. Trabajó, más tarde, también, para la Secretaria de Cultura de la Nación, coordinando talleres en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires. Estudió la psicología de Carl Jung y la obra de Joseph Campbell. Como narrador, ha publicado junto a Ana Quiroga y otros colegas en el 2004 el libro Cuentos al oído de Buenos Aires, editado por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2010, publicó la primera antología de su taller bajo el título: Confabulatores Nocturni. Luego, en 2012 Fantasías elementales y La maquinaria del atrapasueños (Ediciones Nueve Puntas). Actualmente dirige el sello Ediciones Nueve Puntas, escribe en la sección literaria de la revista Uno Mismo y trabaja con sus alumnos en forma privada dictando clases individuales y grupales.