Los mitos y las leyendas son portadores de una gran sabiduría. También, los cuentos populares que enaltecen el acervo folklórico de todas las tradiciones. Relatos fascinantes que han ido pasando de generación en generación llegando, casi sin alteraciones, de manera oral, hasta nuestros días. Sabemos que los primeros narradores de la Europa paleolítica contaban historias referidas a los animales y al Gran Espíritu, al que llamaban El Señor de los animales. También los sufis han hecho un arte de la narración y del crear historias ejemplares, y ni que hablar de los narradores taoistas de la antigua China y sus fantásticas historias sobre los ocho inmortales.
El relato que hoy quiero compartir con ustedes me fue narrado cuando era muy joven por mi maestro de artes marciales, que era un gran naqshband, es decir un "creador de impresiones". Me narró esta historia luego de un intenso entrenamiento que tuvimos a orillas del mar, en Mar Del Plata, en una lejana playa cuyo nombre no recuerdo. Sólo sé que se había hecho tarde y empezaba a oscurecer. Alguien, creo, sugirió encender un fuego. La historia es la que sigue:
Un samurai fue a ver a un Maestro Zen y le preguntó:
¿Existen el cielo y el infierno?¿Dónde están? ¿Por dónde puedo entrar? Era un guerrero. Los guerreros son pragmáticos; sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender ninguna filosofía; sólo quería saber donde estaban las puertas, para poder evitar el infierno y entrar en el cielo.
El Maestro le respondió de una manera que sólo un guerrero podía entender: ¿Quién eres?, le preguntó desafiante.
Soy un samurai, le respondió el guerrero, hasta el emperador me respeta.
El Maestro se rió y contestó ¿Un Samurai, tú? Pareces un mendigo…
El orgullo del samurai se sintió herido y la ira, rápidamente, nubló su mente, olvidó para que había venido. Presa de un arrebato, desenvainó su espada con intención de matar al Maestro cuando éste añadió:
“Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, son quienes te abren la puerta”.
Inmediatamente, el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y se inclino haciendo una reverencia ante el maestro que dijo:
“Esta es la puerta del cielo. Ahora, ya sabes…”.
La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de transformarse en cualquiera de estos estados. Pero la gente sigue pensando que son lugares físicos que existen en alguna parte del “más allá”.
El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren... en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo. Son estados de conciencia.
Si buscas en tu interior, hallarás que todos tus pensamientos te están creando a ti y a tu vida. Crean tu infierno, crean tu cielo. Crean tu desgracia y tu alegría, lo negativo y lo positivo que hay en ti.
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