A continuación, les transcribo el prólogo que escribí para este libro.
Hay quien afirma que un libro es como una lámpara maravillosa. En su
interior mora encerrado un genio. Basta abrir el volumen y leer el texto para
que algo mágico ocurra. Hay libros-puertas, libros-espejos, libros-niebla, que
pueden mover tu punto de encaje y transportarte a una realidad aparte, al reino
de la ficción, de los mundos posibles, donde experimentar la libertad absoluta
de ir más allá de vos mismo, pero sin dejar de ser vos mismo. Este libro es uno
de esos. Y quiero que sepas que no saldrás indemne de este viaje, una vez que
hayas decidido emprenderlo. Nadie sabe qué clase de poderosísimas y misteriosas
fuerzas habrán de ponerse en movimiento, no bien un libro como este, es puesto
en circulación y encuentra un lector. El círculo de la comunicación poética se
cierra sólo cuando alguien lee el texto. Y nadie ignora la importancia de la
lectura para actualizar y aportar sentido a la obra literaria.Presentarte esta
antología de mis alumnos es algo decididamente muy parecido a la felicidad.
Aunque, hay algunos que ya han publicado; la mayoría de estos autores es novel.
Mientras escribo este prólogo, vienen a mí las veces en que, algo escépticos, me
preguntan si será posible publicar algún día. No recuerdo que respuesta fui
capaz de darles en aquellas ocasiones, pero quién podrá dudar de que este libro
que tenés entre tus manos es la mejor y más real de las respuestas. Como ves,
los sueños, pueden hacerse realidad.Estos escritores que hoy presento en
sociedad han tomado clases en alguno de los talleres de formación literaria que
vengo coordinando en el bar de la librería Clásica y Moderna, en Buenos Aires
desde el 2006 a la fecha. Y me parece que no puedo evitar (llegado a este punto)
dar una idea, aunque sea somera, de lo que para mí es un taller de escritura. Lo
pienso ante todo como un espacio lúdico, una zona de exploración artística, que
debe permanecer abierta y libre de cualquier interferencia por parte de quien lo
coordina. Y me gustaría señalar que para mí, el papel del coordinador, es
análogo al de una partera, es decir: se limita a brindar una mínima ayuda, pero
son la madre y el niño los que producen el alumbramiento. No se me escapa que
ésto implica, desde lo ideológico, una clara toma de posición en torno al
encuadre pedagógico del taller con un anclaje en la mayéutica de Sócrates. Y
ésto obedece a que creo que los futuros escritores que vienen a formarse son
sujetos de un saber, en varios sentidos, pero muy especialmente, en lo que atañe
a su proyecto literario.Un comentario aparte me merece el hecho de que hemos
incluido en esta antología capítulos de novela aún en etapa de elaboración y
corrección, y quiero decir que aunque hoy en día esto no sea usual es parte de
una larga tradición en nuestra literatura. Los lectores memoriosos recordarán
que Roberto Arlt publicó de esta manera los dos primeros capítulos de su novela
El Juguete Rabioso en la revista Proa. Por otro lado, antes de terminar,
quisiera referirme brevemente a una anécdota que da cuenta del porqué del título
que hemos elegido para esta antología. En septiembre del año 93, durante un
vuelo a Misiones conocí a Laila Hassan. Un rato antes, habíamos despegado de
aeroparque. Tenía en mis manos un ejemplar de Las Mil y Una Noches que me
disponía a leer, cuando ella se presentó y empezamos una charla que duraría todo
nuestro viaje. Me contó que no sólo su padre sino también su abuelo, a quién
ahora iba a visitar, eran Ashojs; y que gracias a ellos, esos relatos
maravillosos sobre genios, mercaderes, espadas de luna, pillos y mujeres
sensuales, quedarían sellados para siempre en su memoria. Supe que era odalisca,
que vivía en Palermo con su familia y que bailaba casi todas las noches en el
restaurán que su padre tenía en la calle Thames. Me dijo que su abuelo se
llamaba Aruj o Anush, y que había venido en las primeras décadas del siglo XX de
Afganistán para radicarse en Misiones. Los ashojs son una antigua cofradía de
poetas que componen, recitan y transmiten leyendas y canciones de la tradición
de manera oral y he oído que aún en nuestros días se los puede encontrar por
ciertas regiones del Asia Menor. Hay quienes afirman incluso, que la leyenda del
héroe de Babilonia, Gilgamesh, hallada inscripta en una serie de tablillas de
más de 4000 años de antigüedad a mediados del siglo XX por unos arqueólogos, y
que sería en realidad de origen sumerio; y la base del relato del diluvio del
Tanaj, y el concepto cristiano del mundo, ha llegado hasta el presente sin
alteraciones en su forma, merced al trabajo invalorable de generaciones y
generaciones de ashojs. La joven me contó que su abuelo había presenciado en su
infancia en Kabul, más de una vez, torneos de improvisación y cantos donde
actuaban ashojs venidos de Persia, Turquía y Transcaucasia, para animar esas
veladas a las que concurría muchísima gente; y que a veces podían durar y
extenderse a lo largo de varios días. Hablaba de su abuelo y de esos poetas con
una enorme admiración, y más de una vez note en sus ojos un brillo inusual al
referirse a ellos y sus magníficos relatos.Luego, el avión aterrizó en Posadas y
antes de despedimos, Laila, muy amablemente, me dijo que si estaba de acuerdo
podía hablar con su abuelo para que yo pudiera conocerlo, propuesta que por
supuesto no dudé en aceptar.Dos días más tarde, un jueves, fui a conocer al
viejo ashoj. De más está decir que para mí aquella noche mágica resultaría
inolvidable: una cena a la luz de las velas, el ritmo incansable del derbake, el
sutil encanto de la danza árabe... hablamos de Las Mil y Una Noches, del manto
de estrellas que sólo puede apreciarse en el cielo de medio oriente y de una
misteriosa escuela de sacerdotisas que existió en Bagdad en tiempos ya
olvidados. Supe que Alf laila ua laila es el titulo de aquel libro en árabe y
que, según una antigua leyenda, la primera odalisca de la historia tuvo por
nombre Laila, que significa noche. Conocí de primera mano el arte del ashoj y
comprobé que esos narradores son capaces de transportarlo a uno a tiempos y
lugares remotos; y conmoverlo hasta la medula de los huesos, hasta hacerlo
olvidar por completo de su realidad cotidiana, y que esa es la esencia de su
misión en la tierra. Supe, también, que todos los jueves en cualquier parte del
mundo donde el azar quiere que se encuentren dos o mas gente de la noche, beben
vino color rubí, recitan juntos algún poema de la tradición, comparten unos
dátiles y brindan en honor de Mushkyl Gussha, un mítico benefactor de la
humanidad. Sentí un gran honor de que me hubieran invitado justamente esa noche.
Finalmente, luego de haber tomado mucho vino y escuchado historias en verdad
fascinantes, y disfrutar del baile de la espléndida Laila, llegó la hora de la
despedida Cuando traté de expresarle al ashoj y a los demás invitados lo que
sentía, y mi agradecimiento por tan hermosa velada, me sugirió con sincera
humildad que el agradecido era él, y que no debía nunca en la vida dejarme
impresionar por esos títulos altisonantes con los que la gente suele tratar de
impresionarlo a uno. Agregó que él sería muy feliz si podía recordarlo no tanto
como un ashoj, sino nomás como alguien que contaba historias durante la noche.Me
gusta pensar (y tengo para mi que así será) que esta humilde publicación
favorecerá el surgimiento de nuevos y muy poderosos narradores, que contarán
historias que perdurarán y nos inspirarán, sin dejar de conmovernos, como en
tiempos legendarios lo han hecho las de aquellos inolvidables ashojs.
Julio Recloux en Confabulatores Nocturni
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