viernes, 31 de diciembre de 2010

Felíz 2011 para todos!!!



Entrevista realizada por Enrique Pagani, Jorge R. Losinno y Claudio Cuellar (a quienes les agradecemos mucho la invitacón) para el programa de radio "Miércoles de Literatura", en los estudios de la UAI, a propósito de la publicación de la revista RAM y del libro Confabulatores Nocturni. Buenos Aires, diciembre del 2010, Argentina.

Los poetas y la tradición


Artículo escrito por Julio Recloux para RAM

Cuentan que existió hace siglos en Asia Menor una cofradía de poetas que recopilaba canciones y leyendas que transmitía oralmente de generación en generación. Parte de su legado son, por ejemplo, entre otras tantas, las historias de las Mil y Una Noches. Pero se sabe que, incluso, el más antiguo y misterioso de los poemas, el de Gilgamesh, llegó hasta nosotros casi sin alteraciones, gracias al trabajo de está antigua tradición literaria.
En todo el mundo y en todos los centros de cultura, a lo largo del tiempo, han existido este tipo de escuelas que han puesto su talento y su inspiración al servicio de altos ideales, con el anhelo de sembrar una influencia positiva en el mundo, capaz de iluminar no sólo a los hombres de su tiempo, sino también a los de futuras generaciones.
Desde los primeros narradores de la Europa paleolítica, que contaban historias alrededor del fuego, pasando por los aedos en Grecia; y los juglares de la Europa medieval o los relatos de poder de los chamanes del México antiguo, hasta los movimientos vanguardistas del siglo XX, han existido estas asociaciones literarias y creemos que siempre existirán porque no sólo de pan vive el hombre.
La palabra poeta es de origen griego y viene de uate que significa el que ve, de donde a su vez, deviene vate y vaticinio. Este detalle en relación a la etimología del término nos da una idea más profunda acerca de lo que significa ser poeta, y de la función; que desde un comienzo, ha tenido la literatura en el universo simbólico del hombre.
Pero tal vez sea bueno aclarar que si bien el poeta puede en el cenit de su arte acceder a verdaderas visiones, tal como les sucede a los reformadores sociales o a los creadores de religiones, este lo hace tan sólo como artista, es decir, sin la más mínima pretensión de acceder a ninguna verdad revelada.
El arte, a diferencia de la ciencia y la religión o la política, no busca ni pretende en absoluto la verdad, sino tan sólo la belleza. Lo cual no significa que para el artista, la suya no sea en definitiva también una experiencia numinosa, que de hecho, transformará su visión del mundo. Y esto es así por el hecho de que tanto unos como otros, al inspirarse, beben de la misma fuente.
No obstante, no se debe perder de vista que cuando hablamos de arte no lo hacemos en el sentido de una esfera de actividad exclusiva de ninguna elite, sino por el contrario, en el de una verdadera experiencia espiritual que debería ser un derecho de todo hombre. Todo ser humano, por el sólo hecho de serlo, está capacitado tanto para apreciar como para producir hechos artísticos.

domingo, 26 de diciembre de 2010

El viaje de Ulises



Les adelanto este artículo de Claudio Cuellar sobre su lectura de La Odisea que publicaremos en el próximo número de RAM:

La Odisea, atribuida al legendario poeta Homero, constituye uno de los poemas fundacionales de la literatura occidental y del género literario conocido bajo el nombre de “literatura de viaje”. Además, es la secuela de La Ilíada, poema acerca de la famosa guerra de Troya.

Tal como lo indica el título, este segundo poema homérico está centrado en la figura del héroe Odiseo, rey de Ítaca, quien luego del asedio y, posterior, destrucción de la ciudad dardania, emprende su regreso, anhelando encontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. No obstante, y debido a la furia de Poseidón, las expectativas de Odiseo de reencontrarse con su familia se verán frustradas tanto por las peripecias que deberá afrontar como, así también, por los años que éstas lo mantendrán navegando inútilmente a través de regiones desconocidas.

Si uno cotejare La Ilíada con La Odisea podría, fácilmente, percibir rasgos determinados que establecen mojones entre ambas (a continuación, las explicaremos): una de ellas reside en la polisemia y, por consiguiente, dinamismo emergente del proceso de enunciación, esto es, se advierte un esquema dialógico entre el rey Odiseo y sus compañeros. Esto no sucede en la Ilíada, ya que en ella prevalece la univocidad proveniente del poder hegemónico y legitimado para emitir un discurso de poder, omitiéndose la opinión de los subordinados. En otras palabras, hablamos de un monologismo, es decir, la producción y transmisión de un enunciado a un receptor, sin considerar la respuesta que este último pudiera ofrecer. El monologismo (tal como a posteriori, manifestarán las producciones literarias medievales) marca un estatismo en la acción narrativa, es decir, se da mayor importancia al cumplimiento de los roles de cada personaje y del discurso adecuado a cada uno de ellos (o sea, una configuración arquetípica de acuerdo con el status quo).

Cabe resaltar, además, el quiebre en la unidad de acción presentada por el poema, ya que dentro de la trama (el regreso del héroe a su hogar) se conforman múltiples subtramas que facilitan y mantienen la atención (constante) del lector. La trama se torna más dinámica.

Otro elemento preponderante descansa en la conformación de un nuevo héroe, depositario de los valores, costumbres y creencias de la comunidad. Si observáramos detenidamente a Odiseo, notaríamos que este personaje no posee ningún atributo divino, tampoco mágico; su facultad distintiva consiste en la capacidad de razonar las situaciones problemáticas que se le presentan, ofreciendo soluciones lógicas, astutas. Es un personaje, digámoslo así, humano.

Entonces, La Odisea podría pensarse como una bisagra que determina el cierre del ciclo heroico (finalizado con la muerte de Aquiles), dando paso a una nueva performance del héroe (se escinden la etapa arcaica y la etapa clásica).

Estos son algunos de los factores que, siempre que releí la obra, pude vislumbrar. No me detendré más en las observaciones críticas sobre La Odisea; empero les contaré cuál ha sido el móvil que me impulsó a leerla, para ello deberé remitirme a un episodio acaecido cuando adolescente, en las vacaciones de verano: en algún remoto año, que ahora no puedo recordar, mi familia y yo, estábamos hospedados en un hotel de Santa Teresita. El día era tormentoso, corrían fuertes vientos. Estos fenómenos climáticos impedían salir a caminar por el centro, motivo por el cual nos quedamos en la habitación buscando alguna película en la televisión. Nuestra búsqueda cesó hallando el film Ulysses (1954), dirigida por Mario Camerini y protagonizada por Kirk Douglas (debo destacar que el film ya estaba empezado) El episodio, por aquel entonces desconocido para mí, era el enfrentamiento de Odiseo contra el feroz cíclope Polifemo, hijo de Pos[e]idón. La situación era fantástica (paso a relatarla): el cíclope Polifemo llega a su cueva, topándose con Ulises y compañía, quienes habían hurtado los víveres necesarios para subsisitir. Tras descubrirlos, Polifemo cierra la entrada de la gruta con una inmensa roca. Inmediatamente, Odiseo comete el error de exigirle al Cíclope (raza rebelde, cuyos enemigos son los dioses) el cumplimiento de las reglas del hospedaje, so pena de ser castigado por Zeus; Polifemo interpreta esto como una amenaza, tomando (y ejecutando) una decisión: devorarse a los compañeros de Odiseo, dejando a este último para el final. Hay, y esto lo digo para quienes no conozcan la historia, un conflicto que conllevaría al espectador/lector a conjeturar la muerte de Odiseo por diversas desventajas (el cíclope es una bestia de gran tamaño en comparación con los aqueos-de la fuerza física, mejor no hablemos-, a la vez que la entrada está obturada por una gran roca que ellos, difícilmente, podrían mover). Odiseo se toma un momento para meditar, tranquilo, una posible solución; no obstante, en ese momento, la emisión del film se interrumpe y me quedo embargado de completo suspenso respecto de cómo arribó el héroe a resolver el problema.

Decidí, entonces, salir a caminar por el centro, movido por la intriga generada por la interrupción del film. Me introduje en una librería, consiguiendo lo que quería; en ese momento, los libros de la literatura universal eran ecónomicos (tanto como ahora), por consiguiente, no representaban un gran gasto para mí.

Esa misma noche devoré, ávidamente, el libro y logré conocer no sólo cómo resolvió Odiseo esta peripecia, sino, además, pude vivir (en mi papel de lector) las distintas y fascinantes aventuras del héroe.

Aún, esta obra me sigue fascinando, a tal punto que si alguien me preguntara cuál ha sido el producto de esto le contestaría: esta magnífica, remota e inmortal pieza literaria permite, a través de sus bellos cantos, al lector viajar con los personajes, viviendo sus aventuras y visitando regiones ignotas, enfrentándose con mil y un obstáculos para superarlos, porque eso constituye el sentido de la vida: poder enfrentarnos a los escollos que nos ofrece la Providencia, a fin de lograr una construcción de nosotros mismos, aprendiendo a no desistir de nuestro propósitos, sino más bien llevarlos a cabo.



sábado, 25 de diciembre de 2010

Cuento Zen


Los mitos y las leyendas son portadores de una gran sabiduría. También, los cuentos populares que enaltecen el acervo folklórico de todas las tradiciones. Relatos fascinantes que han ido pasando de generación en generación llegando, casi sin alteraciones, de manera oral, hasta nuestros días. Sabemos que los primeros narradores de la Europa paleolítica contaban historias referidas a los animales y al Gran Espíritu, al que llamaban El Señor de los animales. También los sufis han hecho un arte de la narración y del crear historias ejemplares, y ni que hablar de los narradores taoistas de la antigua China y sus fantásticas historias sobre los ocho inmortales.
El relato que hoy quiero compartir con ustedes me fue narrado cuando era muy joven por mi maestro de artes marciales, que era un gran naqshband, es decir un "creador de impresiones". Me narró esta historia luego de un intenso entrenamiento que tuvimos a orillas del mar, en Mar Del Plata, en una lejana playa cuyo nombre no recuerdo. Sólo sé que se había hecho tarde y empezaba a oscurecer. Alguien, creo, sugirió encender un fuego. La historia es la que sigue:

Un samurai fue a ver a un Maestro Zen y le preguntó:

¿Existen el cielo y el infierno?¿Dónde están? ¿Por dónde puedo entrar? Era un guerrero. Los guerreros son pragmáticos; sólo conocen dos cosas: La vida y la muerte. Él no había venido a aprender ninguna filosofía; sólo quería saber donde estaban las puertas, para poder evitar el infierno y entrar en el cielo.

El Maestro le respondió de una manera que sólo un guerrero podía entender: ¿Quién eres?, le preguntó desafiante.

Soy un samurai, le respondió el guerrero, hasta el emperador me respeta.

El Maestro se rió y contestó ¿Un Samurai, tú? Pareces un mendigo…

El orgullo del samurai se sintió herido y la ira, rápidamente, nubló su mente, olvidó para que había venido. Presa de un arrebato, desenvainó su espada con intención de matar al Maestro cuando éste añadió:

“Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, son quienes te abren la puerta”.

Inmediatamente, el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y se inclino haciendo una reverencia ante el maestro que dijo:

“Esta es la puerta del cielo. Ahora, ya sabes…”.

La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de transformarse en cualquiera de estos estados. Pero la gente sigue pensando que son lugares físicos que existen en alguna parte del “más allá”.
El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren... en un segundo se puede ir del cielo al infierno, del infierno al cielo. Son estados de conciencia.
Si buscas en tu interior, hallarás que todos tus pensamientos te están creando a ti y a tu vida. Crean tu infierno, crean tu cielo. Crean tu desgracia y tu alegría, lo negativo y lo positivo que hay en ti.

martes, 21 de diciembre de 2010

Confabulatores Nocturni/ antología de nuestro taller (2010)

Ya se acerca un nuevo año. Es este un tiempo de recapitular lo vivido en torno a los logros alcanzados y los por alcanzar. Este 2010, que ahora declina, no ha sido un año más para nuestro taller. Hemos logrado publicar no sólo nuestra tan ansiada revista, sino también nuestro primer libro colectivo. Estamos muy felices y satisfechos y con muchas ganas de seguir trabajando para que Confabulatores Nocturni sea tan sólo el primero de una larga serie de títulos por venir. Feliz año para todos ustedes y gracias por acompañarnos!!!
A continuación, les transcribo el prólogo que escribí para este libro.
Hay quien afirma que un libro es como una lámpara maravillosa. En su
interior mora encerrado un genio. Basta abrir el volumen y leer el texto para
que algo mágico ocurra. Hay libros-puertas, libros-espejos, libros-niebla, que
pueden mover tu punto de encaje y transportarte a una realidad aparte, al reino
de la ficción, de los mundos posibles, donde experimentar la libertad absoluta
de ir más allá de vos mismo, pero sin dejar de ser vos mismo. Este libro es uno
de esos. Y quiero que sepas que no saldrás indemne de este viaje, una vez que
hayas decidido emprenderlo. Nadie sabe qué clase de poderosísimas y misteriosas
fuerzas habrán de ponerse en movimiento, no bien un libro como este, es puesto
en circulación y encuentra un lector. El círculo de la comunicación poética se
cierra sólo cuando alguien lee el texto. Y nadie ignora la importancia de la
lectura para actualizar y aportar sentido a la obra literaria.Presentarte esta
antología de mis alumnos es algo decididamente muy parecido a la felicidad.
Aunque, hay algunos que ya han publicado; la mayoría de estos autores es novel.
Mientras escribo este prólogo, vienen a mí las veces en que, algo escépticos, me
preguntan si será posible publicar algún día. No recuerdo que respuesta fui
capaz de darles en aquellas ocasiones, pero quién podrá dudar de que este libro
que tenés entre tus manos es la mejor y más real de las respuestas. Como ves,
los sueños, pueden hacerse realidad.Estos escritores que hoy presento en
sociedad han tomado clases en alguno de los talleres de formación literaria que
vengo coordinando en el bar de la librería Clásica y Moderna, en Buenos Aires
desde el 2006 a la fecha. Y me parece que no puedo evitar (llegado a este punto)
dar una idea, aunque sea somera, de lo que para mí es un taller de escritura. Lo
pienso ante todo como un espacio lúdico, una zona de exploración artística, que
debe permanecer abierta y libre de cualquier interferencia por parte de quien lo
coordina. Y me gustaría señalar que para mí, el papel del coordinador, es
análogo al de una partera, es decir: se limita a brindar una mínima ayuda, pero
son la madre y el niño los que producen el alumbramiento. No se me escapa que
ésto implica, desde lo ideológico, una clara toma de posición en torno al
encuadre pedagógico del taller con un anclaje en la mayéutica de Sócrates. Y
ésto obedece a que creo que los futuros escritores que vienen a formarse son
sujetos de un saber, en varios sentidos, pero muy especialmente, en lo que atañe
a su proyecto literario.Un comentario aparte me merece el hecho de que hemos
incluido en esta antología capítulos de novela aún en etapa de elaboración y
corrección, y quiero decir que aunque hoy en día esto no sea usual es parte de
una larga tradición en nuestra literatura. Los lectores memoriosos recordarán
que Roberto Arlt publicó de esta manera los dos primeros capítulos de su novela
El Juguete Rabioso en la revista Proa. Por otro lado, antes de terminar,
quisiera referirme brevemente a una anécdota que da cuenta del porqué del título
que hemos elegido para esta antología. En septiembre del año 93, durante un
vuelo a Misiones conocí a Laila Hassan. Un rato antes, habíamos despegado de
aeroparque. Tenía en mis manos un ejemplar de Las Mil y Una Noches que me
disponía a leer, cuando ella se presentó y empezamos una charla que duraría todo
nuestro viaje. Me contó que no sólo su padre sino también su abuelo, a quién
ahora iba a visitar, eran Ashojs; y que gracias a ellos, esos relatos
maravillosos sobre genios, mercaderes, espadas de luna, pillos y mujeres
sensuales, quedarían sellados para siempre en su memoria. Supe que era odalisca,
que vivía en Palermo con su familia y que bailaba casi todas las noches en el
restaurán que su padre tenía en la calle Thames. Me dijo que su abuelo se
llamaba Aruj o Anush, y que había venido en las primeras décadas del siglo XX de
Afganistán para radicarse en Misiones. Los ashojs son una antigua cofradía de
poetas que componen, recitan y transmiten leyendas y canciones de la tradición
de manera oral y he oído que aún en nuestros días se los puede encontrar por
ciertas regiones del Asia Menor. Hay quienes afirman incluso, que la leyenda del
héroe de Babilonia, Gilgamesh, hallada inscripta en una serie de tablillas de
más de 4000 años de antigüedad a mediados del siglo XX por unos arqueólogos, y
que sería en realidad de origen sumerio; y la base del relato del diluvio del
Tanaj, y el concepto cristiano del mundo, ha llegado hasta el presente sin
alteraciones en su forma, merced al trabajo invalorable de generaciones y
generaciones de ashojs. La joven me contó que su abuelo había presenciado en su
infancia en Kabul, más de una vez, torneos de improvisación y cantos donde
actuaban ashojs venidos de Persia, Turquía y Transcaucasia, para animar esas
veladas a las que concurría muchísima gente; y que a veces podían durar y
extenderse a lo largo de varios días. Hablaba de su abuelo y de esos poetas con
una enorme admiración, y más de una vez note en sus ojos un brillo inusual al
referirse a ellos y sus magníficos relatos.Luego, el avión aterrizó en Posadas y
antes de despedimos, Laila, muy amablemente, me dijo que si estaba de acuerdo
podía hablar con su abuelo para que yo pudiera conocerlo, propuesta que por
supuesto no dudé en aceptar.Dos días más tarde, un jueves, fui a conocer al
viejo ashoj. De más está decir que para mí aquella noche mágica resultaría
inolvidable: una cena a la luz de las velas, el ritmo incansable del derbake, el
sutil encanto de la danza árabe... hablamos de Las Mil y Una Noches, del manto
de estrellas que sólo puede apreciarse en el cielo de medio oriente y de una
misteriosa escuela de sacerdotisas que existió en Bagdad en tiempos ya
olvidados. Supe que Alf laila ua laila es el titulo de aquel libro en árabe y
que, según una antigua leyenda, la primera odalisca de la historia tuvo por
nombre Laila, que significa noche. Conocí de primera mano el arte del ashoj y
comprobé que esos narradores son capaces de transportarlo a uno a tiempos y
lugares remotos; y conmoverlo hasta la medula de los huesos, hasta hacerlo
olvidar por completo de su realidad cotidiana, y que esa es la esencia de su
misión en la tierra. Supe, también, que todos los jueves en cualquier parte del
mundo donde el azar quiere que se encuentren dos o mas gente de la noche, beben
vino color rubí, recitan juntos algún poema de la tradición, comparten unos
dátiles y brindan en honor de Mushkyl Gussha, un mítico benefactor de la
humanidad. Sentí un gran honor de que me hubieran invitado justamente esa noche.
Finalmente, luego de haber tomado mucho vino y escuchado historias en verdad
fascinantes, y disfrutar del baile de la espléndida Laila, llegó la hora de la
despedida Cuando traté de expresarle al ashoj y a los demás invitados lo que
sentía, y mi agradecimiento por tan hermosa velada, me sugirió con sincera
humildad que el agradecido era él, y que no debía nunca en la vida dejarme
impresionar por esos títulos altisonantes con los que la gente suele tratar de
impresionarlo a uno. Agregó que él sería muy feliz si podía recordarlo no tanto
como un ashoj, sino nomás como alguien que contaba historias durante la noche.Me
gusta pensar (y tengo para mi que así será) que esta humilde publicación
favorecerá el surgimiento de nuevos y muy poderosos narradores, que contarán
historias que perdurarán y nos inspirarán, sin dejar de conmovernos, como en
tiempos legendarios lo han hecho las de aquellos inolvidables ashojs.

Julio Recloux en Confabulatores Nocturni


martes, 7 de diciembre de 2010

Regina Coeli

Les posteo este breve texto sobre el arquetipo lunar que escribí para mi nueva novela El Laberinto de Parque Chas. La ilustración es de Namibia Canario y el video, que tienen más abajo, es uno que encontré en Youtube por azar y que al parecer han hecho inspirándose en una novela de Dion Fortune cuyo título en castellano es La Sacerdotisa del Mar. Una espléndida historia de la autora de La Cábala Mística, que además de escritora era psicoanalista, y que prometo reseñar próximamente.

La luna gobierna sobre las aguas. No importa si se trata de lluvias, ríos o mares abundantes en peces. Ella marca un ritmo, un pulso constante; un abrir y cerrar, un perpetuo aparecer y desaparecer. Tal vez por eso se habla de ella como un ícono de la resurrección de las almas. Su influjo actúa sobre todo lo que fluye, como la circulación de la sangre, la cicatrización de una herida, el crecimiento del pelo o las plantas. Por su ciclo de veintiocho días está asociada a la mujer y por lo tanto a la fertilidad. Y se sabe que también incide sobre los alumbramientos.

La gente del campo sigue muy de cerca los ciclos lunares sobre todo antes de sembrar o cosechar los frutos de la tierra. La luna también se asocia con los espejos porque su fuego es el reflejo del sol. Se dice que Pitágoras tenía uno mágico que ante la luz lunar mostraba el porvenir. Hay algo inefable en la luna que desde siempre ha despertado nuestra imaginación, inspirando a los poetas. Hay en este cuerpo celeste un halo de eterno retorno que acaso lo hace resplandecer muy especialmente entre todos los arcanos.


sábado, 4 de diciembre de 2010

El poder del Mito


Los mitos han existido desde siempre, están en la raíz de cada pueblo, de cada tradición conocida, son la base de nuestra inmensa riqueza cultural. En tiempos remotos, los seres humanos encontraban en ellos pautas y ejemplos, consejos, direcciones y vías para encauzar la trayectoria que debían dar a sus propias vidas.
Veían en ellos el camino que podía llevarles al descubrimiento y a la realización del sentido de la existencia, ese oculto y ansiado sendero que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos, a saber que somos uno con los demás y con toda la naturaleza que nos rodea. Sin embargo, en la actualidad no se da importancia a los cuentos, que son los restos que han permanecido a salvo del naufragio y que tanto nos gustaba escuchar cuando éramos niños. Siempre tenían el mismo principio: “érase una vez…”, refiriéndose a ese gran tiempo mítico anterior al nuestro. Nos encantaban porque nos hacían viajar a aquellas edades fabulosas donde reinaban reyes sabios o malvados, princesas y monstruos, enanos y gigantes, héroes y magos que atrapaban nuestra atención despertando esos mundos extraordinarios en nuestra propia imaginación, que es la sede del recuerdo.

Joseph Campbell (N.York 26-3-1904 – Honolulu 30-10-1987), fue profesor de mitología y religiones comparadas, uno de ésos que creían que existe “un punto de sabiduría, más allá de los conflictos de ilusiones y verdades, con el que las vidas pueden volver a unirse”. Encontrar este punto significaría realizar la gran unión. Joseph Campbell creía que ésa era “la cuestión fundamental de nuestro tiempo” y consideraba los mitos como nuestros aliados decisivos en la búsqueda de respuestas. Su carrera de profesor empezó en 1934 en el Sarah Lawrence College, donde enseñó durante casi cuarenta años y donde, en su honor, fue fundada la “cátedra de mitología comparada Joseph Campbell”. Su aula siempre estaba llena de estudiantes a los que durante sus clases “dejaba sin aliento”.

Con sus trabajos Joseph Campbell revivió la mitología. Decía que no se trataba de cuentos para contarlos junto a una fogata, sino de poderosas guías para el espíritu humano. Mostraba que los relatos mitológicos de todo el mundo, a pesar de parecer muy diferentes, en realidad eran todos iguales. Su verdad universal era siempre la misma, sólo que se contaba en diferentes tiempos históricos y de diferentes maneras. La obra de Joseph Campbell influyó en numerosos estudiantes, científicos, escritores, músicos y directores de cine. Uno de ellos fue su amigo George Lucas que, inspirado por el libro de Campbell “El héroe de las mil caras” (The Hero with a Thousand Faces), rodó su conocida obra maestra “La guerra de las galaxias” (Star Wars).

George Lucas y Joseph Campbell se hicieron muy amigos después de que el director, anunciando lo mucho que le debía a la obra de Campbell, invitara al científico a ver su trilogía. Durante la visita, disfrutando de nuevo de los peligros y hazañas de Luke Skywalker, Campbell se entusiasmaba diciendo que “Lucas había introducido la más poderosa y la más fuerte vuelta” al clásico cuento del héroe. “¿Y qué es eso?”, le preguntó entonces el periodista Bill Moyers. “Es lo que Goethe dijo en el Fausto, pero que Lucas ha sabido expresar en un lenguaje moderno: el mensaje de que la tecnología no nos salvará. Nuestros ordenadores, nuestras herramientas, nuestras máquinas no son suficientes. Tenemos que apoyarnos en nuestra intuición, en nuestro verdadero ser.” “¿Y eso no es una ofensa a la razón?”, preguntó el periodista “¿no le parece que nos retiramos a una gran velocidad de la razón?” “No, no se trata de eso. En el viaje del héroe no se trata de negar la razón. Al contrario, superando las pasiones oscuras, el héroe simboliza nuestra capacidad de controlar al salvaje irracional que llevamos dentro. Luke Skywalker nunca fue más racional como en el momento en que encontró dentro de sí mismo las habilidades de carácter necesarias para enfrentar su destino”.

En una de sus clases Campell dijo: “El fin del viaje del héroe no está en su identificación con cualquiera de los personajes o poderes que experimentó. El objetivo final de la búsqueda no debe ser la propia liberación ni el propio éxtasis, sino la sabiduría y el poder de servir a los demás. Una de las muchas diferencias entre una persona famosa y un héroe es que el famoso vive sólo para sí mismo, mientras que el héroe actúa para redimir a la sociedad.”

Joseph Campbell murió repentinamente en 1987 después de una corta lucha contra el cáncer. En 1988, una serie popular con el periodista Bill Moyers, “El poder del mito” (The Power of Myth) presentó a millones de personas las ideas de Campbell. Era un serial de seis episodios, lleno de la sabiduría vital y la energía inspiradora que esos dos hombres despertaron durante las conversaciones mantenidas a lo largo de los dos últimos años de la vida de Campbell. El serial tuvo también su forma escrita bajo el título Joseph Campbell, El poder del mito, Conversaciones con Bill Moyers.

Por Daliborka Kikovic - Tomado de revistaesfinge.com
Técnica-Expresión-Danza-Epifania

Las cuatro etapas del desarrollo artístico





Mi foto
Julio Recloux, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1965. Cursó estudios de psicología en la Universidad Nacional de Mar Del Plata y de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. Ha sido alumno de Silvia Plager quien lo formó como escritor y coordinador de talleres literarios. Fundó el suyo en abril de 1999. Trabajó, más tarde, también, para la Secretaria de Cultura de la Nación, coordinando talleres en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires. Estudió la psicología de Carl Jung y la obra de Joseph Campbell. Como narrador, ha publicado junto a Ana Quiroga y otros colegas en el 2004 el libro Cuentos al oído de Buenos Aires, editado por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2010, publicó la primera antología de su taller bajo el título: Confabulatores Nocturni. Luego, en 2012 Fantasías elementales y La maquinaria del atrapasueños (Ediciones Nueve Puntas). Actualmente dirige el sello Ediciones Nueve Puntas, escribe en la sección literaria de la revista Uno Mismo y trabaja con sus alumnos en forma privada dictando clases individuales y grupales.