miércoles, 16 de julio de 2008

Ulises y las Sirenas


Homero narró con maestría las aventuras que Ulises vivió después de Troya. Una de las famosas pruebas fue la de la Isla de las Sirenas. Los navegantes que pasaban por allí eran seducidos con la belleza de un canto venenoso, que los dejaba en un estado maravilloso e irreal, una especie de limbo, impidiéndoles continuar con su viaje. Nuestro héroe, atado al mástil de su barcaza, las venció. O creyó haberlas vencido.

Kafka sostiene que en realidad las sirenas nunca cantaron, que el aqueo cayó en un ardid más ingenioso que el suyo. Ulises salió de la isla fortalecido en su amor propio que es, lo que los cantos lisonjeros producen a los que pasan por allí. Lo que, en definitiva, le impide al hombre llegar a su Destino.

Pese a los años, la vejez y el dolor del viaje, el aventurero arribó a Itaca, habiendo padecido esta ineludible prueba interna que no todos logran sortear. Pero, ¿cómo habrá operado esta transformación interna de la que Homero no da cuenta? ¿Quién habrá sido ese anciano que rescató a Penélope de los malvados pretendientes, que se hacía llamar Ulises, y creía haber salido indemne de las Sirenas?

Pablo Muñoz

viernes, 4 de julio de 2008

"Dios ha muerto" (La Libertad de un Mundo Desconsolado)



Si hay un instante en la Historia de la Humanidad en el que alguien se atreve a asumir terriblemente la libertad, este instante es cuando el profesor Nietzsche grita a todos los vientos “¡Dios ha muerto!” ¿Qué quiere decir “Dios ha muerto”? No, no es que Dios nunca haya existido –ni siquiera es que no existe. Murió. Estaba vivo y murió. ¿Murió del todo? Sí en nuestra alma, en el Alma de la Historia del Hombre. Es probable que siga vivo y coleando por allí afuera, revoloteando por todas partes, pero en el alma del hombre, ya no se siente.

Y resulta que alguien tenía que hacerse cargo de esa muerte y afrontar la pérdida. Porque sino se termina el crecimiento. Si a un hombre se le muere el padre y el hombre sigue pensando que su padre está vivo ahí, de carne y hueso, y el hombre no hace nada por sí mismo y cree que el padre sigue encargándose de él, es evidente que este hombre no quiere crecer ni ser libre. Nietzsche gritó a los hombres: ¡Dios murió! ¡Háganse cargo, viejo! Háganse cargo de esa pérdida porque sino va a costar caro. Les gritó a los hombres: ¡Son libres! ¿No aman la libertad? ¿Qué les pasa? ¿Tienen miedo? ¡Yo también! Ese Dios era un consuelo ante el abismo de verse solo, terriblemente solo. Y él no lo quiso como consuelo. Él lo quería como verdad o nada. Y un consuelo no fue para él una verdad. Y por eso la verdad, para Nietzsche, es algo tragiquísimo y sólo el arte puede salvarnos; el arte de consolarnos.

Hay un hueco enorme en nuestras almas para nosotros que se nos ha muerto Dios. Y ese hueco es nuestra libertad, nuestra herida abierta, nuestra sangre creadora.

“(…) El loco los encaró y, clavándoles la mirada, exclamó: “¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos muerto; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la tierra de la cadena de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿Adónde la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia delante, hacia atrás, hacia algún lado, erramos en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿No persigue el vacío con su aliento? ¿No sentimos frío? (…) ¡Cómo consolarnos, nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha? ¿Qué agua servirá para purificarnos? (…)”

FRIEDRICH NIETZSCHE, La Gaya Ciencia, Libro Tercero, Parágrafo CXXV: El loco.

Martin Godino

Técnica-Expresión-Danza-Epifania

Las cuatro etapas del desarrollo artístico





Mi foto
Julio Recloux, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1965. Cursó estudios de psicología en la Universidad Nacional de Mar Del Plata y de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. Ha sido alumno de Silvia Plager quien lo formó como escritor y coordinador de talleres literarios. Fundó el suyo en abril de 1999. Trabajó, más tarde, también, para la Secretaria de Cultura de la Nación, coordinando talleres en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires. Estudió la psicología de Carl Jung y la obra de Joseph Campbell. Como narrador, ha publicado junto a Ana Quiroga y otros colegas en el 2004 el libro Cuentos al oído de Buenos Aires, editado por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2010, publicó la primera antología de su taller bajo el título: Confabulatores Nocturni. Luego, en 2012 Fantasías elementales y La maquinaria del atrapasueños (Ediciones Nueve Puntas). Actualmente dirige el sello Ediciones Nueve Puntas, escribe en la sección literaria de la revista Uno Mismo y trabaja con sus alumnos en forma privada dictando clases individuales y grupales.