domingo, 17 de abril de 2011

El secreto de Sherezada


La escritura y el poder transformador de la ficción (Parte II)
por Julio Recloux

A propósito de las instituciones religiosas y de esta distinción que cualquier persona más o menos esclarecida debería ser capaz de establecer, respecto de que una cosa es la espiritualidad, y otra muy distinta, las diferentes organizaciones humanas que se proponen administrarla, hay un relato que solía utilizar Krishnamurti que ilustra maravillosamente esta cuestión. La historia es muy antigua y figura en el Panchatantra, un texto hindú conformado por una serie de fábulas cuyo autor desconocemos y que dice lo siguiente:

El diablo al parecer ha decidido junto a algunos de sus secuaces darse una vuelta por la Tierra. En eso, uno de los suyos ve en el suelo un trozo de la verdad y alarmado le pregunta a su maestro:

-¿Qué debemos hacer? ¿No sería inconveniente para nuestros planes dejar esto tirado y correr el riesgo de que alguien lo encuentre?- Al diablo no se le mueve un pelo, así que sonriendo le responde:

-Se ve que no conoces aún a los hombres… Dejaremos justamente esto ahí para que alguien lo encuentre y decida organizarlo y erigir una institución. Nada hay más conveniente que esto para nosotros.

Pero volvamos al tema de la ficción, término que hemos mencionado reiteradas veces, y aclaremos que, a contrapelo de la idea que normalmente se hace la gente, es algo que no tiene absolutamente nada que ver con la mentira. Vale decir, que cuando alguien miente, pone en juego algo que fundamentalmente tiene que ver más con el engaño, ya que la mentira siempre se presenta como verdad. La ficción, en cambio, se presenta tal como es. Uno sabe desde un principio que está leyendo una novela o que está viendo una película. No obstante, hay algo en la ficción que incide en nosotros y produce una serie de efectos en nuestra manera de percibir las cosas. Quién no ha sentido alguna vez, luego de leer un libro de esos que a uno lo atrapan, que ha perdido la noción del tiempo transcurrido. Uno se siente luego de esa suerte de éxtasis que es la lectura, como si hubiera emprendido un extraño viaje. Esto hace a la médula íntima del dispositivo de la ficción que es tremendamente poderoso. Nadie vuelve a ser el mismo luego de leer Crimen y castigo. A esto se refería Aristóteles cuando hablaba del efecto de la obra de arte en el espectador: la catarsis.

El hombre siempre ha necesitado de la ficción. Hay algo en ella que nos facilita una apertura en torno a ampliar el campo de nuestra experiencia y nos conecta con un saber acerca del mundo y de nosotros mismos que no tiene nada que ver con lo racional sino con aquel conocimiento silencioso del que hablaba Carlos Castaneda: un saber que subyace en nuestro inconciente y que la ficción nos permite actualizar. Nuestra vida se vería muy empobrecida si sólo contáramos, para aprehender el misterioso y mágico mundo que nos rodea, con la vía de la razón. No obstante, deberíamos ser capaces de conciliar ambas, pues las dos son necesarias para que podamos hacernos una representación más justa del universo y de quienes somos.

Una de las historias que para mi mejor da cuenta de este poder transformador que tienen los relatos está en las Mil y Una Noches. Me refiero a lo que ocurre con Sherezada y la modesta estratagema de la que esta heroína se valdrá para salvar a su comunidad de la locura de un rey celoso. Su hazaña consistirá simplemente en desplegar su talento para contar historias y dejar que sea el poder de la ficción el que noche a noche vaya desplazando el punto de encaje de Shariar no sólo para que deje de matar más mujeres sino para que sea capaz de descubrir el amor y construir su relación con la shakti desde otro lugar. No conozco al respecto una historia más lograda que esta, que obviamente tiene final feliz, aunque quizá podría contar también la anécdota sobre la muñeca de Kafka pero se me hace que mejor esta la dejamos para otra ocasión.

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Mi foto
Julio Recloux, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1965. Cursó estudios de psicología en la Universidad Nacional de Mar Del Plata y de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. Ha sido alumno de Silvia Plager quien lo formó como escritor y coordinador de talleres literarios. Fundó el suyo en abril de 1999. Trabajó, más tarde, también, para la Secretaria de Cultura de la Nación, coordinando talleres en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires. Estudió la psicología de Carl Jung y la obra de Joseph Campbell. Como narrador, ha publicado junto a Ana Quiroga y otros colegas en el 2004 el libro Cuentos al oído de Buenos Aires, editado por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2010, publicó la primera antología de su taller bajo el título: Confabulatores Nocturni. Luego, en 2012 Fantasías elementales y La maquinaria del atrapasueños (Ediciones Nueve Puntas). Actualmente dirige el sello Ediciones Nueve Puntas, escribe en la sección literaria de la revista Uno Mismo y trabaja con sus alumnos en forma privada dictando clases individuales y grupales.