El jefe de la redacción de un diario le ordena a Claudio (periodista y protagonista del cuento en definitiva) que escriba un artículo sobre el golpe de estado en Honduras. Dentro de este significativo marco se desarrolla “A diestra y siniestra”.
En un principio, podemos pensar que se trata de un cuento fantástico y relacionarlo, incluso, con esa clase de relatos que Todorov agrupa dentro de la red de los temas del yo. Pero basta que nos adentremos un poco en el corazón de su trama para que veamos que, podría ser también una ficción alegórica, al modo de las de Swift o C. S. Lewis.
El cuento está narrado en tercera persona siendo el punto de vista de la voz que enuncia el de Claudio, quien como hemos mencionado, debe escribir el artículo periodístico, aunque no precisamente en la mejor de las circunstancias.
Un gran acierto de este cuento en lo estilístico, en mi opinión, es el aprovechamiento de las metonimias. Este recurso, de hecho, será esencial durante todo el desarrollo del texto y podría estar metaforizando una lucha de poder a dos niveles: por un lado, desde el punto de vista social o ideológico, se puede leer como la discordia entre diferentes sectores de la sociedad; y desde el punto de vista del psicoanálisis, por otro, como el conflicto entre diferentes instancias de la psique. Lo cual nos permite destacar el alto grado de polisemia de este relato, que da cuenta, a un mismo tiempo, de este conflicto tanto en su manifestación macrocósmica como en la microcósmica.
El cuento se plantea, entonces, a partir de una disrupción inicial. Apenas su protagonista se dispone a escribir el artículo, se produce un desmembramiento, a partir del cual, sus extremidades (hecho que quisiéramos remarcar como portador de un alto grado de significación) se rebelan al orden imperante de su cabeza, desarrollándose, de ahí en más, una serie de disputas entre estas diferentes partes de su cuerpo. Parafraseando a Marx, diríamos que el relato es el relato de esta discordia. Uno de los puntos de máxima tensión es cuando el narrador nos dice que Claudio es testigo de cómo sus extremidades superiores se trenzan en un combate feroz por la hegemonía de las tareas que él les dará luego; especialmente de la de escribir el artículo. El punto de vista, como ya se dijo, está en la cabeza, que desde lo axiológico, en lo discursivo, aparece como la que detenta el poder. En relación a este detalle, el hecho de que esta disputa se de dentro de la conciencia de un mismo sujeto, acaso dote al cuento de una intensidad dramática especialmente lograda. Por otro lado, el hecho de que asimismo, en definitiva, todo se trate nomás de un sueño (es decir, de que “todo este en la cabeza” del periodista, hecho que resulta evidente sólo al final) nos hace pensar en un conflicto íntimo del protagonista en torno a las capacidades de reflexión (la cabeza) versus la de la acción concreta (las manos y los pies). Un tópico que encontramos también en Memorias del Subsuelo, de Dostoiesvsky,
Un dato que quisiera subrayar dentro de este análisis de “A diestra y siniestra” es que
más allá de la obvia alusión a lo ideológico en torno a los alineamientos de izquierda y de derecha (en la que incluiría, también, la cuestión de la dialéctica del amo y el esclavo presente en la relación de las extremidades y la cabeza, por un lado, y la de Claudio y su jefe por otro) hay además, en lo subyacente, otras implicancias, que remiten, mas específicamente, a otra cuestión. Me refiero al tema de las antinomias en general, que curiosamente para la mayoría de los filósofos de Occidente, son irreconciliables; mientras que para los de Oriente, en cambio, son complementarias (baste como ejemplo para el lector que citemos la archi conocida doctrina taoísta del Yin y el Yang).
Por otro lado, en relación al título, quizá podamos reflexionar que el saber popular haacuñado esta expresión para referir que algo ha sido hecho sin tino o de manera desordenada y caótica (a tontas y a locas, como quien dice). Lo cual no es un dato menor y marca otro acierto del texto en sus alcances metafóricos. Ya que es una expresión muy apropiada para simbolizar en algún sentido algo que está implícito en el relato: la desintegración que sobreviene cuando no hay armonía en la construcción de las relaciones entre las diferentes partes de un todo.
Creo que, en suma, este interesantísimo cuento de Elina Escudero invitará a algunos a reflexionar en torno al peligro del desmembramiento y la fragmentación al que nos expone la falta de dialogo y cooperación de los unos con los otros, y la incapacidad(tanto de la sociedad, como del individuo) para estimar los alcances y beneficios de la intersubjetividad y la pluralidad de discursos (lo contrario del monologismo implícito que conlleva la lucha por conquistar la supremacía de unos sobre otros). Ya que sólo a través de esta capacidad para armonizar y conciliar opuestos es posible alcanzar un saludable grado de integración que nos permita vivir con mayor armonía y realizarnos plenamente, más allá de las diferencias, tanto en el plano individual como en el colectivo.
Cuentan que una vez, en tiempos muy remotos, mucho antes de los que le daría a Moises para su pueblo, le dio Dios a los hombres un mandamiento de validez universal: “que una mano lave a la otra”, les dijo. Ahora que me dispongo a cerrar mi comentario, viene a mi mente este singular mandamiento, que acaso debamos a una antigua y olvidada leyenda, y concluyo que, efectivamente, una mano no puede lavarse a si misma, pero si en cambio, una mano lava a la otra, entonces ambas estarán limpias.
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