En general, los que trabajan con la literatura están de acuerdo en que es un discurso principalmente ficcional. Esto quiere decir que todo lo que leemos como literatura no tiene de un modo necesario referentes directos en el mundo real. Entre el autor y el lector se establece un pacto por el cual el texto literario no se produce ni se consume como “verdad”. La referencia que se construye en cada texto se lee, fundamentalmente en relación con él. Sin embargo, la literatura (que es ficción y no “mentira” o “fantasía”) es profundamente “verdadera”: su autenticidad pasa por reconocer sus procedimientos de construcción de lo ficcional para, desde allí, representar lo real.
Pero, además, ningún texto aparece aislado respecto de los demás. Cada texto literario, si bien es concluso en si mismo siempre tiene puntos de conexión con otros textos previos que, de alguna manera, ingresan en él.
Un autor no escribe su obra desde la nada, tiene modelos y antimodelos que por presencia o por ausencia, podemos ver reflejados en ella. Además, esa obra también puede ser pie para una respuesta por parte de otros textos.
Esta relación se denomina, en sentido amplio, intertextualidad.
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