lunes, 22 de diciembre de 2008


El lenguaje de los símbolos: la mariposa

El ser humano es un animal simbólico, esto es, produce y adopta símbolos que le permiten comunicarse tanto con otros como consigo mismo. En tiempos muy remotos existió el tótem. Este se le revelaba a uno en una visión en el curso del pasaje de la niñez a la adolescencia. Podía ser un animal o una planta pero lo fundamental eran su carácter de protección y guía, a semejanza de un antepasado, y que establecía con uno un lazo de parentesco, con todos los derechos y los deberes que esto implicaba. Su imagen podía grabarse con un tatuaje en el cuerpo o pintarse sobre la ropa o los objetos personales en forma de un retrato o de un colgante y le eran atribuidos poderes mágicos. Curiosamente, en la actualidad, esta práctica no ha desaparecido pero se ha modificado. También hoy nos hacemos tatuajes o compramos un talismán o una remera que porta una imagen de un águila o un jugador de fútbol o una estrella de rock. Lo que tienen en común estas costumbres modernas y las del pasado es que son prácticas que permiten la identificación entre ese objeto simbólico y su poseedor. El objetivo de esta identificación sigue siendo el mismo y podemos distinguir en el un doble sentido: por un lado, apropiarse de las virtudes del ser-objeto que se intenta asimilar y por otro, inmunizarse contra sus posibilidades negativas.
En el caso de la mariposa, por su gracia y ligereza puede ser un emblema de la mujer. Otro aspecto de su simbolismo esta fundado en su metamorfosis: la crisálida es el huevo que contiene la potencialidad del ser; la mariposa que sale es un símbolo de su resurrección. También es si se prefiere la salida de la tumba. No es casual que en la mitología griega a Psique (el alma) se la represente con alas de mariposa. En la simbólica cristiana la mariposa es el alma desembarazada de su envoltura carnal. En ciertos mitos africanos el hombre sigue de la vida a la muerte el ciclo de la mariposa: en su infancia es una pequeña oruga, y una gran oruga en su madurez; se convierte en crisálida en la vejez; su tumba es el capullo de donde sale su alma que vuela como la mariposa. También el psicoanálisis ve en ella, por último, un símbolo de anhelo de renacimiento.

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Julio Recloux, escritor argentino, nació en Buenos Aires en 1965. Cursó estudios de psicología en la Universidad Nacional de Mar Del Plata y de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González. Ha sido alumno de Silvia Plager quien lo formó como escritor y coordinador de talleres literarios. Fundó el suyo en abril de 1999. Trabajó, más tarde, también, para la Secretaria de Cultura de la Nación, coordinando talleres en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires. Estudió la psicología de Carl Jung y la obra de Joseph Campbell. Como narrador, ha publicado junto a Ana Quiroga y otros colegas en el 2004 el libro Cuentos al oído de Buenos Aires, editado por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En el 2010, publicó la primera antología de su taller bajo el título: Confabulatores Nocturni. Luego, en 2012 Fantasías elementales y La maquinaria del atrapasueños (Ediciones Nueve Puntas). Actualmente dirige el sello Ediciones Nueve Puntas, escribe en la sección literaria de la revista Uno Mismo y trabaja con sus alumnos en forma privada dictando clases individuales y grupales.