Mitos, leyendas y cuentos populares por Julio Recloux
Acaso uno de los más bellos relatos árabes que conozco es el que explica por qué nacen en esa región los mejores narradores. La leyenda cuenta que cuando Aláh creó el mundo ordenó a uno de sus ángeles que distribuyera de manera equitativa los bienes y los recursos naturales para toda la tierra. Ocurrió, entonces, que cuando el ángel volaba con la bolsa de arena para esparcirla, apareció Satán y la pinchó, con lo cual toda la dorada carga cayó sobre Arabia Así es que, el Misericordioso, para compensarlos de este hecho les concedió, a los hijos de Ismael, el más bello manto de estrellas; y algo más, que los distinguiría por siempre: les dio el don de la elocuencia. En los libros de historia de la literatura del siglo XIX, estos bardos son mencionados en latín como confabulatores nocturni, dando cuenta del origen oral de su tradición y del hecho que acompañaban las caravanas en sus travesías nocturnas a bordo de las naves del desierto. Pero en todo Medio Oriente son conocidos como ashojs y se dice que fueron narradores de este antiquísimo linaje quienes le contaban a Alejandro de Macedonia, en sus noches de insomnio, aquel núcleo de historias que muchos siglos después conoceríamos como Las Mil y Una Noches.
Los mitos y las leyendas son portadores de una gran sabiduría. También, los cuentos populares que enaltecen el acervo folklórico de todas las tradiciones. Relatos fascinantes que han ido pasando de generación en generación llegando, casi sin alteraciones, de manera oral, hasta nuestros días. Sabemos que los primeros narradores de la Europa paleolítica contaban historias referidas a los animales que cazaban y al Gran Espíritu, al que llamaban el Señor de los animales. También los chamanes del México antiguo han hecho un arte de la narración y del crear historias ejemplares, y ni que hablar de los narradores taoístas de la antigua China y sus fantásticas historias sobre los Ocho Inmortales.
Los mitos, las leyendas y los cuentos folklóricos guardan muchos puntos de convergencia. En general suelen ser productos de una comunidad en particular, es decir, que no registran autores individuales identificables. Otro rasgo en común es que presentan innumerables versiones cuyas ramificaciones es imposible rastrear fehacientemente. No obstante, más allá de estas similitudes, presentan también sus diferencias.
En el caso del mito los expertos suelen hablar de narraciones anónimas que apuntan a explicar de manera más o menos poética o fantástica los orígenes del mundo, la sociedad o la cultura. Mientras que el cuento folklórico, en cambio, introduce un conflicto y alude así más a problemas de orden social, dejando a un lado las cuestiones cosmológicas o teogónicas presentes en el discurso mítico. Es decir que, según estos estudios, los relatos folklóricos típicos, encierran además de un mensaje social y secular, una función pedagógica e integradora. Pero quizá la mayor diferencia con el mito es que el cuento popular no requiere de ritual.
Las leyendas, por su parte serían narraciones basadas en un acontecimiento o personaje histórico que por algún motivo se ha vuelto paradigmático para la comunidad en relación a la construcción de su identidad (y por consiguiente en relación a la construcción de su memoria). Estos relatos más allá de su historicidad no están excentos, de portar elementos sobrenaturales o temas que en general encontraremos en algún otro enunciado mítico anterior transmitido por tradición oral.
Pero en definitiva, más allá de las diferencias y semejanzas que tienen estos diferentes tipos de discurso podemos concluir que todos ellos están atravesados por la gramática del lenguaje simbólico. Para el psicoanálisis, estos relatos, tiene un valor análogo al de los sueños. Es decir, que son suceptibles de múltiples lecturas, que pueden revelar aspectos ocultos de la personalidad humana. El mito es una de la formas de la literatura y hay quien afirma que todas las piezas de ficción aspiran a convertirse en mitos, en la medida en que son manifestaciones reveladoras del inconciente.